Mi primer tocadiscos fue una especie de maleta, la parte de
arriba al abrirse eran los bafles y la parte de abajo el plato. Ahora sonaría
como una como una patata pero para mis oídos era miel. De macarra chungo empezó
una evolución con el contacto de las realidades sociales, eran los últimos
años del franquismo, el descubrimiento de los porros (septiembre del 73) y la
venida del rock sinfónico, ahora progresivo, y el hard rock, ahora heavy metal.
No éramos hippies, como ser hippie entre macarras, chabolas y barro. Nos
montamos fiestas en las casas cuando los padres se piraban. Música, porros y
sueños ingenuos.
Del amor platónico al sexo y del sexo a comerme una rosca.
Solo había dos en mi peña que ligaban, menos “intelectuales” y los más
afortunados ligando. El saber no da la felicidad, echarle morro si, una de mis
primeras lecciones vitales.
Primeras pelis porno de 8 mm, grises manís y saltos, muerte
de Paco, amnistía y libertad...y los cantautores pero dejemos a estos para más
tarde. Empecemos por el rock sinfónico ideal para acompañarlo con porros,
cerveza o moscatel (no lo hagáis nunca es mortal) u grifa u kiffi que
pillábamos en el banderín de enganche de la Legión en el cuartel de Daoiz y
Velarde en Pacifico. Que suenen los teclados y las guitarras.